martes, 28 de febrero de 2012

El derecho de humillar y acosar

Freddy Fernández - AVN
Nota de opinión – Freddy Fernández
Presidente de la Agencia Venezolana de Noticias (AVN)
Tres años de prisión y 40 millones de dólares de multa es la pena que deben pagar tres directivos de diario El Universo, de Ecuador, como resultado de la demanda que Rafael Correa presentó ante los tribunales ecuatorianos señalando a la publicación de cometer injuria en su contra.
La controversia nace como resultado de un editorial publicado por el rotativo en el que se mintió al afirmar que Correa habría “ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente” durante la intentona del 30 de septiembre de 2010.
En América Latina, una región en la que los dueños de grandes medios de comunicación han mantenido de rodillas al poder político, una sentencia de estas características produce una violenta reacción editorial de todo el club de propietarios de grandes medios.
Las demandas particulares para exigir el apego a la verdad de los medios de comunicación son más frecuentes de lo que los propietarios de medios están dispuestos a reconocer. En Estados Unidos y Europa ocurren con total normalidad, sin que nadie se rompa la camisa diciendo que se trata de un atentado contra la libertad de expresión.
En Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera novela de la trilogía Millenium, escrita por el desaparecido periodista sueco Stieg Larsson, uno de los dos personajes centrales, Mikael Blomkvist, periodista, es condenado a seis meses de cárcel por haber publicado mentiras sobre una empresa (una fuente le había dado documentos falsos que el periodista no corroboró).
Blomkvist cumple su condena, sabe que falló, que fue víctima de un engaño armado por la propia empresa que lo demandó y, por ello, investiga mejor y poco después publica un reportaje con el que desata la quiebra del consorcio que se había defendido destrozando la credibilidad del periodista.
Se estará preguntando ¿qué tiene que ver esto con Correa y El Universo? Bien, acudo a Larsson porque él desarrolla en La reina en el palacio de las corrientes de aire (la tercera de la trilogía), una interesante reflexión sobre la libertad de expresión.
Larsson asegura que todo el concepto de democracia en Suecia se sustenta en la Libertad de Expresión, la que “establece el derecho imprescindible que cada persona tiene a decir, opinar, pensar y creer lo que le apetezca” y que, desde los fascistas hasta los anarquistas, todos los ciudadanos suecos se acogen a este derecho.
“Todas las demás leyes fundamentales, como por ejemplo la Constitución, son solamente las florituras prácticas de la libertad de expresión”
Sin embargo, también advierte que la libertad de expresión “no significa que esté todo permitido, algo que ciertos fundamentalistas de la libertad de expresión —sobre todo pedófilos y grupos racistas— intentan defender en el debate político-cultural”.
Explica Larsson que las limitaciones a la libertad de expresión se establecen en la Ley de la Libertad de Prensa y son cuatro: “Está prohibido publicar pornografía infantil y ciertas descripciones de violencia sexual independientemente del nivel artístico que el autor pretenda imprimirles. Está prohibido incitar a la revuelta y animar a cometer delitos. Está prohibido difamar o calumniar a otra persona. Y está prohibido acosar a un grupo étnico”.
En su explicación Stieg Larsson nos dice que “esas limitaciones de la democracia son aceptables tanto social como democráticamente” y que “La esencia de la legislación reside en que ningún ser humano tiene derecho a acosar o humillar a otra persona”.

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